Jagdish Swaminathan, ‘Untitled’, 1986-1987 (NATIONAL GALLERY OF MODERN ART, INDIA)

En esta ocasión voy a articular dos conceptos creativos que podrían parecer opuestos pero que en realidad se juntan: la materialidad del silencio en la literatura de Alejo Carpentier y la desmaterialización del sonido en la música de Francisco Uberto. Esta dialéctica surge de los ecos que resonaron en mí entre mi trabajo musical cotidiano y un estudio hermenéutico de la obra de Carpentier.

En su novela Los pasos perdidos, Carpentier se detiene sobre cierta materialidad del silencio, un silencio hecho de capas de silencios del pasado, un silencio que se vive, en oposición al que usa el compositor de música de publicidad cuando especula con efectos dramáticos. El Silencio, en definitiva, desde el cual surge la palabra creadora.

El capítulo tercero empieza con la frase “Silencio es palabra de mi vocabulario”. Esta formulación subraya la ilusión del silencio. El vocablo mismo anula su esencia idealmente muta o muda. En un diálogo intertextual con la Biblia (“En el principio era la Palabra”, dice el Evangelio), el protagonista se muestra rodeado de un silencio místico, anterior a la Creación. “Pero ahora, sentado en esta piedra, vivo el silencio, un silencio venido de tan lejos, espeso de tantos silencios, que en él cobraría la palabra un fragor de creación”. Aquí, el silencio primitivo se convierte en espacio en el cual se gesta la palabra-vida. El silencio es matriz, útero. La palabra, el sonido, son vida.

En música, como el protagonista-compositor lo describe, el silencio se suele usar dentro de la obra como un recurso dramático o discursivo. Un silencio total es un evento sonoro que interrumpe el discurso musical o lo articula. Puede servir de pivote entre una parte y otra, o hacer resonar una armonía anterior potente, o generar una expectativa sobre la melodía que va a venir. En definitiva, al igual que en el discurso de un buen orador.

Pero el siglo XX es la época en la cual todos los valores tradicionales en música se han cuestionado, puesto a prueba, o directamente invertido. John Cage compuso en 1952 una obra que tiene por título su duración 4’33”. Es la obra musical más radical del siglo XX. Consiste simplemente en no tocar nada. Parece una mera provocación. En realidad, es una revolución. Primero porque revela la imposibilidad del silencio. Cuando se realiza la obra, no aparece el silencio escrito, sino los ruidos en la sala. Los oyentes se convierten en quienes hacen la obra. En segundo lugar, 4’33” es una revolución permanente porque ha abierto la puerta a una sensibilidad musical nueva, y despertó el deseo de investigar, mediante herramientas musicales, el límite entre sonido y silencio. Un compositor clave de nuestra época, Salvatore Sciarrino, compuso Shadow of sound, sombra del sonido, una obra sinfónica en la cual desarrolla un lenguaje musical novedoso, de una gran sutileza tímbrica, donde el silencio es un protagonista mayor.

Welcome to the void para piano solo de Francisco Uberto se inscribe en esta tendencia. Francisco es un joven y talentoso compositor argentino con el cual me siento musicalmente “en casa”. Le pedí esta obra para un proyecto mío de performance que desplace al público de su lugar habitual y lo acerque al instrumento.

Welcome to the void es una obra que invita a orientar el oído “del otro lado de la música”. El “Ars fragile”, nombre que le dio Francisco Uberto a su estética, invita el oyente a un conócete a ti mismo no convencional. Pasando los límites de lo endeble, vacilando entre surcos y fisuras, el mundo sonoro del compositor pone una lupa sobre la asombrosa sensibilidad humana. La infinita delicadeza de cuerdas rozadas, de notas evocadas, de maderas frotadas, despierta las capacidades perceptivas más finas del oído y revela lo comúnmente imperceptible. En esta propuesta anticonformista, lo incorrecto es cierto, la incertidumbre es armonía, las expectativas no importan. Esta obra se ve tanto como se escucha. La presencia física del intérprete es parte asumida del efecto musical. El cuerpo y los sonidos se unen en el balbuceo. Como en un mundo del revés, donde se hace el foco sobre el vacío en lugar de lo tangible, la fragilidad es performance.

Aquí se exploran los confines del sonido y de la percepción, lo infinitamente suave y endeble. Se pide ampliar el oído y escuchar casi “con lupa”. Lo que busca Uberto en sus palabras es “el OTRO lado de la música. Lo que hay luego del vacío.” Automáticamente, uno asocia la idea de vacío con el silencio, así como se usa la palabra volumen para hablar de intensidad. Pero vacío tiene también otras connotaciones.

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La bienvenida del título invita a pasar la puerta que se abre sobre un espacio inmaterial. Inmaterialidad o desmaterialización del sonido son el objeto musical que investiga Welcome to the void. Porque donde la literatura le da materialidad al silencio para evocarlo, la música, que ya exploró también la imposibilidad técnica del silencio, continúa intentando descubrirlo como un continente virgen. Después de 4’33”, ya no puede renunciar a usar sonidos para hacerlo.

Welcome to the void comienza entonces con sonidos imperceptibles y termina de la misma manera. Está articulada en motivos y frases que siempre provienen del silencio y vuelven al niente, término musical que significa “volver progresivamente a la nada, al silencio”, con la liviandad y la organicidad de una simple respiración. Este efecto sonoro, que es relativamente fácil de obtener con un instrumento de viento o de cuerdas frotadas, no es nada fácil en el piano, que es organológicamente un instrumento de percusión.

El primer desafío para el pianista está entonces en el tacto infinitesimal, en que los martillos rocen tan suavemente las cuerdas que el piano sobrepase su esencia percutiva. Lo que quiere Uberto es llegar al punto de fragilidad absoluta del sonido del pianista. Parece fácil, pero es exactamente lo contrario. El intérprete debe aceptar fallar, que no suenen todas las notas. Le impone posiciones o digitaciones que hacen más torpes los dedos, le pide expresamente fragilidad y huecos en el discurso. Estamos al borde del abismo: si no suena todo lo que tiene que sonar, no se va a entender la obra. No aparecerá el vacío. Si algo suena de más, se rellena y cubre el vacío.

Estamos dentro de un rango de sutileza que también desafía el oyente, que está invitado a ampliar su oído y su capacidad perceptiva (Carpentier habla de una “aptitud para el silencio” que aparece cuando penetran los personajes en la selva), a escuchar con suma atención, a descubrir un océano nuevo de posibles sonoros inauditos.

Toda música es un viaje fuera del tiempo de la cotidianeidad. Así como el protagonista de la novela de Carpentier en su viaje de retorno hacia sí mismo experimenta la relatividad de la percepción del tiempo, Welcome to the void invita a despegar del tiempo cronométrico. Es música no medida, senza battuta, sin compás, como el canto gregoriano de la Edad Media.

En ausencia de medición, da la sensación de sustraerse del tiempo. Es una pieza suspendida en un espacio fuera de tiempo. Dialogan aquí presente y pasado. Piruetas de espectros sonoros en su desnudez primitiva, espejismos de figuras musicales hacen ecos con la tradición musical pianística: escalas que balbucean, esboces de trinos, sombras de glissandi, ornamentos que se entrechocan, trémolos infinitesimales. “Recuerdos del Porvenir”, ¿recuerdan?

“Sólo creo ya en el presente de lo intacto y en el futuro de lo que se crea de cara a las luminarias del Génesis”, dice el protagonista de Los pasos perdidos. El milagro del encuentro entre el oyente y la vibración genuina de esta música sólo puede ocurrir en vivo, en el momento de la interpretación, con el oído asomado sobre el piano.

Trabajando este lugar de la música en el cual se franquea la frontera entre sonido y silencio, sin cortes, en continuos fade in / fade out, Welcome to the void abre un horizonte nuevo para la imaginación musical. Acercando el oyente al arpa del piano, lo pone en contacto visual con la vibración de las cuerdas. De cierta manera podríamos decir que lo invita a escuchar en forma oblicua, a “entrever” los espesores fisiológicos del material musical. Uberto pone la vibración a prueba, y lo pone a la vista. El pianista toca las cuerdas, encuentra al rozar las cuerdas nuevos sonidos, llamados multifónicos.

Así, provoca un reencuentro del público con el fenómeno acústico más genuino del piano. Nos recuerda que, en su génesis, el poder de la música reside en este simple fenómeno acústico que es la vibración. Hablo de reencuentro porque la música que invade hoy en día nuestras vidas proviene en un noventa por ciento de los casos de sistemas de amplificación que distorsionan el sonido, y, si bien la tecnología es el futuro de la creación sonora, en nuestro voraz consumo musical cotidiano, perdemos el contacto fisiológico con la vibración natural y genuina de las cuerdas, de la madera, de todo el instrumento. Y es tal la ilusión, que nos olvidamos de que la estamos perdiendo.

Welcome to the void es provocativa y radical, pero en realidad está en búsqueda de autenticidad como el personaje de Los pasos perdidos durante su viaje: nos invita a volver a sentir el sonido acústico original.

Esta auscultación de la vibración de las cuerdas del piano me lleva a la experiencia que observa el protagonista del nacimiento de la música. Describe la ausencia de vocalización, la amplitud de las exploraciones vocales del ensalmador –una voz proviene del vientre y la otra de la garganta–, de los timbres guturales, de los registros agudos y graves.

En Welcome to the void, Francisco Uberto explora el espacio sonoro infinitesimal. En búsqueda de este “OTRO lado de la música, más allá del vacío”, el compositor indaga los confines del sonido en un movimiento regresivo, como plegando la música sobre su propia tradición. En este pliegue, que extiende las técnicas instrumentales para extender el horizonte sonoro, en realidad “regresamos” a los orígenes del sonido musical.

Jugando con la frontera, el limen entre sonido y silencio, también juega con la finitud y la infinitud, juega a atravesar los muros. En este juego de asomarse al abismo del silencio hay peligros, pero, antes que nada, está el júbilo creativo del encuentro con la pureza del espectro sonoro naciente. Está la invitación al público a venir a descubrir en la matriz del piano la música que es vibración endeble, vida en gestación. Gestación que me lleva de nuevo a mi primera cita de la novela (“¡Regresar, siempre regresar!”). Nos encontramos de nuevo con el silencio “gestacional” del mundo, silencio contenedor, silencio-útero que acoge “el fragor de la creación”.

Francisco Uberto en SoundCloud

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JULIA MANN
Julia Mann. Pianista francesa residente en Buenos Aires. Se dedica actualmente a la música contemporánea, a la composición y al crossover entre artes. Completó sus estudios en Francia (Conservatoires, Sorbonne, Master de la École des Hautes Études en Sciences Sociales) y se especializó en música antigua en el Conservatoire Superieur de Paris. Enseña música de cámara en la Universidad Nacional de Lanús. Realiza grabaciones de música latinoamericana contemporánea con el Ensemble Voxes en el sello Discográficas del Sur. Publica crónicas musicales en el periódico argentino Infobae.

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