Cubierta de un cuaderno personal de Lorenzo García Vega con la inscripción manuscrita “Últimas anotaciones”.

En el día de hoy, por un instante, la tos adquirió un matiz imprevisible. Asusta.

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Esos proverbios sugeridos por los relinchos de los caballos. Esos son los que interesan. Interesan más que los historiadores.

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O una tos parecida a una espiral. Habría no sólo que oírla, sino verla también.

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Un polvo blanco, una bombilla con punticos negros, como oxidados. Afuera, de vez en cuando, se oían algunos ruidos. Era lo bastante solo, pero como uno no sabía, uno no se sentía solo. ¿Recordar? No, ya no se puede recordar lo que era aquello, polvo blanco en una bombilla que, por supuesto, estaba en mi infancia.

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Sería lindo que nuestra vejez se expresara a través de frases hechas, procedentes del teatro del absurdo.

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Un tren venía a toda mecha, transportando a un ejército. Pero, entonces, al mirar hacia lo lejos, lo que vio fue su difunta madre. ¿Hasta cuándo –se dijo– los seres humanos seguiremos teniendo visiones?

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¿Cómo es la cosa? ¿Los viejos podrían alcanzar la madurez, o es que los viejos sólo envejecen?

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Sueño donde se advierte sobre la sombra de otra vida que puede ir acompañándonos, sin que lo sepamos del todo. ¿Qué es esto?

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Le dio tanta vergüenza oír a alguien hablar sobre un suspiro que hasta dejó, sobre la mesa, el vaso de vino que se estaba tomando.

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“Esto sí se puso bueno”, dijo, por primera y última vez, el incomprendido.

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No lo despierta el ruido que, al caer sobre una tabla, está haciendo la lluvia. Pues, con lo que está soñando el hipocondríaco, es con un alfiler que le pudiera romper el corazón.

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“Los techos se caen y cualquier cosa, de un tiempo a esta parte, es un techo.” Juan Carlos Flores

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Pasar los sueños a una libretica de apuntes. Pasado el tiempo, esos sueños se convertirán en hojas disecadas. Entonces se los podrá meter dentro de una cajita.

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“Hace años Larry Clark, el director de la maravillosa Kids, me dijo algo que nunca he olvidado, que él nunca se permitía reírse de nadie. Me gustó esa idea y desde entonces la hice mía. No sé qué es la belleza, sé que es el respeto”, dijo el cineasta Bruce Weber. Y no sé por qué, pero me ha impresionado mucho eso que ha dicho el cineasta. Me ha impresionado, aunque nunca lo he tenido en cuenta.

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¿Algo nuevo que decir sobre la muerte?

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Un personaje de Juan Emar ostenta “la receptibilidad boba de su sensibilidad de artista”. ¿Qué es esto? No estoy seguro si lo que entiendo es lo que entiendo, pero creo que entreveo un camino a través de esa receptibilidad boba.

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Trapos sucios, trapos increíbles. Los peores trapos de culo. ¡Cuántos de estos trapos, guardados en baúles inhallables! Eso no se toca. Eso no se tocará nunca. ¡Cuántas historias convertidas en ripios desde el primer momento en que pretendieron hacerse visibles!

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Debajo de una cazuela hirviendo está el sonido de una lluvia viejísima.

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¿Fabricar poemas? No. Improvisar con la prosa, sí. Piglia dice que improvisar con la prosa es lo que quería hacer Néstor Sánchez. Repito: no me gusta ser un fabricante de poemas. Pero tengo que darle vueltas a eso.

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Mi incapacidad es real. Tanto, que tampoco puedo expresarla.

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El correo que recojo todos los días. A veces sacudo una carta, para quitarle la hormiga que tiene arriba.

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Cuando una tijera corta a un alicate, se produce un cortocircuito de papeles de china (esto al menos fue lo que se dijo en otro tiempo más lindo).

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Quizá recortar lo que ya se olvidó. Recortar, para hacer figuritas.

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No sé si ahora, a esta altura de su vejez, lo que el viejo está buscando –pero, ¡esto es increíble!– es aquel estar en otra parte, que decía Rimbaud.

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¿Hay que empezar a estar vacío de verdad? ¿Hay que aprender a estar vacío? ¿O sea, a la edad que tengo, podré tocar otra música?

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Hay que agarrarse al fantasma de uno mismo. En este año, 2011, el año en que he estado en el Hospital de Boston, es cuando he sentido el imperativo de encontrar el fantasma de mí mismo.

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Me disfrazo de árbol. El árbol estaría muerto. Tengo los ojos muy abiertos.

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Eso que se escapa. Pero, ¿es que los viejos, de verdad, pueden contar con la experiencia? La experiencia, ¿qué cosa es eso?

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A la vuelta de la esquina, la simulación de la calle desierta. Lo parecido al azul son unas líneas negras. Dos alambres, dos bombillas para atravesar la noche –lo parecido a una simulación–. La alegría –pero sería una alegría sombría (?)– se podría intentar.

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Yo estoy fumándome a mí mismo, apenas con el trazo de una línea. Es mediodía de sábado. No tengo libro al lado.

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Recordar un momento de la infancia como si hubiera estado dentro de una piscina. ¿Música de una pianola? Han pasado miles de años, y sin embargo, creo recordar cómo era la música de una pianola.

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¿Quién hubiese sido yo, si hubiese podido estar sobre un tareco de color lila?

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Una mujer cincuentona en una posición que sirva como metáfora de la falta de esperanza en un momento del mediodía (será conveniente la destilación del ladrido de un perro). Cierto parecido –azul– a Matisse en la cara de la mujer.

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Un tiburón en el agua. Frente, en la orilla, cuatro casas amarillas, iguales. Hogares para esquizofrénicos.

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Nada: algo seco, pero que pudiera continuar. (Digo esto, y yo me entiendo).

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También tengo un Proyecto de Minicuento donde se encontraría esto: una gran funda blanca que contendría a un fantasma todo blanco. Sobre la funda habría una raíz cuadrada. (Esto formaría parte de un rizoma donde una sensación casi perdida –aunque no perdida del todo–, procedente de mi infancia.)

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El gato que se sube sobre una silla eléctrica. Sucede en el pabellón azul. Para conectarse con Facebook.

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Un infierno que pudiera ser, a medida que uno oye el sonido de un motor, a lo lejos. La puerta de hierro de una cárcel, cerrándose.

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Creo que Toto es el nombre del lugar donde se fabrican inodoros. Pero no estoy seguro.

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LORENZO GARCÍA VEGA
Lorenzo García Vega nació en Jagüey Grande, Matanzas, en 1926 y falleció en Miami, en 2012. Sus últimos libros publicados son Erogando trizas donde gotas de lo vario pinto (La Palma, Madrid, 2011), El cristal que se desdobla (Diario) (Amargord Ediciones, Madrid, 2016) y Cuaderno del Bag Boy (Casa Vacía, Richmond, Virginia, 2016). “Lorenzo ha sido (o es) de los pocos escritores anti-mainstream que el archivo Cuba tiene. Un escritor inmaduro, en el sentido de Gombrowicz; edípico, socarrón, negativo, antipose.” (Carlos A. Aguilera)

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