‘Sé lo que hiciste…ʼ Expoventa de cuadros en la Galería de 23 y 12

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'Mozart en La Habana' (detalle), Reynerio Tamayo, 2019

Desde el 27 de junio y hasta el 31 de agosto estuvo abierta en El Vedado habanero la exposición colectiva Sé lo que hiciste…, que convidó a artistas visuales de distintas generaciones y estilos, unidos –al menos en lo que aquí respecta– por una veta humorística que estaba destinada a hacer tentadora la muestra. Situada en el edificio Sarrá, en la esquina donde Fayad Jamís cantó a “una calle que viene desde el mar y se pierde lejos, más lejos, en el cementerio” (“12 y 23”), este lugar privilegiado fue deshabitado por estar en peligro de derrumbe hace pocos años y exhibe últimamente algunas señales de deterioro otra vez.

Salta a la vista la fisura del falso techo recién reparado, sobre todo porque esta exposición fue auspiciada por el Centro Nacional de Artes Plásticas del Fondo Cubano de  Bienes Culturales, y se proponía en los meses del verano como una opción para la compra-venta de las obras de una nómina nada despreciable de artistas del mainstream de la Isla. Eduardo Abela, Rubén Alpízar, el siempre hilarante Ares, Raúl Castro (Memo), Ernesto Javier, Kadir López, Frank Martínez, R10, Ángel Ramírez, el irredento Ranfis, Ángel Rivero (Andy) y Reynerio Tamayo, ese eterno cuarto bate.

Cotizados entre los 30 mil y los 2 mil cuc, pudieron verse en exhibición cuadros que fluctuaban de la referencia renacentista al pop, pasando por la iconografía ortodoxa y la hagiografía cristiana, el expresionismo abstracto, la cartelística vintage, el cómic y las marquillas de tabaco, entre otras. Situadas las obras en las paredes de la galería apenas con la identificación de sus nombres, mas sin autor (que había de ser reconocido por el estilo o por la firma) y sin referencias sobre técnicas ni dimensiones, la curaduría de Arlene Ladaga siguió el hilo conductor de la parodia, ese choteo/relajo que, Jorge Mañach y Fernando Ortiz mediante, tanto se achaca a los cubanos. Tampoco los precios estaban a la vista del público, sino que eran manejados por la amable veladora de la muestra, que nos permitió enterarnos de los intríngulis de esta otra esquina caliente.

¿Se vendería algo finalmente? ¿O se trató de alguna otra broma colosal? Al menos la carcajada o la media sonrisa –y no precisamente por el nerviosismo de constatar sus precios– campearon entre los concurrentes a la apertura y entre los visitantes posteriores que se pasearon entre estas obras que exhiben algunas de las coordenadas clave de nuestra actualidad: turismo, barrio, sexo, política y nostalgia.

Mozart en La Habana (Reynerio Tamayo), practicando una tocata sobre teclas sin brillo entre azoteas y ruinas, animado por el gluglú de piscinas sobre ruedas y por los cláxones de almendrones todo incluido. Un edificio multifamiliar donde convergen, a través de Pequeños vínculos (Rubén Alpízar), los guiños a un sinnúmero de cuadros entronizados de la herencia pictórica europea, aterrizados en el día a día cubano (de banderas, barbacoas, jabitas, alquileres, comidillas y mal de ojo, de grafitis y selfies, gozadera y superstición). La parodia de los grabados eróticos de Asia y una ojeada al ajiaco cultural cubano otra vez, a la sacrosanta fórmula que dio origen a esa perla que es el mulato-chino, con Yunais, Yunais… (Ares). La inquietante representación de un ambiguo Cristo escanciador, en un díptico que articula religiosidad, sexualidad y metafísica para poner el dedo en la llaga de El enredo de arriba y el enredo de abajo (Ángel Ramírez). El humor negro para representar el escándalo de Michael Jackson, en su castillo a lo Disney de Neverland (Ranfis). La apelación a un clásico de la filmografía para niños como El rey león, en pastiche con el escenario de la historia nacional y con los forcejeos por la continuidad en el poder y la elección de El sucesor (Memo). La (des)ilusión, el gato por liebre del Pollock por pescado (Ángel Rivero), que va más allá de la anécdota de la canasta básica y los alimentos racionados en el país para simbolizar el cúmulo atragantado de pesadillas por sueños. Una Habana en Pause (Ernesto Javier), náufraga en el rojo vaciado de la sangre, como un barco preso en una botella de refresco –tomándose la Coca Cola de la añoranza y el olvido–. Esas y otras piezas fueron cobijadas bajo la insinuación Sé lo que hiciste…, una frase del cubaneo que implica conminatoria, y con cierta jarana o rencor, a quien acometió el hecho y a quien lo pone contra la pared. ¿Señalamiento o complicidad, acuerdo entre congéneres o pacto entre víctimas y victimarios?

Si conocidas son la pizzería o La Pelota, no puede decirse menos de esta galería, cuya actividad incluso fue cantada por Irakere en una pieza posterior al poema de Fayad: “¡Cuánto te quiero, 12 y 23! / Cuando pasa una mulata, / que se dirige al correo, / oye no importa que seas feo o no, / habla de pintura abstracta / que a ella le gusta. / 12 y 23, ¡cuántos recuerdos! […] / Llévala con emoción, / ya que en la esquina se encuentra, / siempre con sus puertas abiertas, / una linda exposición de pintura.” (“12 y 23”, Francisco Panchito Pérez)

Ojalá que ni la risa ni la desidia la borren de este cruce de calles guapachoso y cosmopolita.

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JAMILA MEDINA RÍOS
Jamila Medina Ríos en poesía: Huecos de araña (Premio David, 2008), Primaveras cortadas (México D. F., 2011), Del corazón de la col y otras mentiras (La Habana, 2013), Anémona (Santa Clara, 2013; Madrid, 2016), País de la siguaraya (Premio Nicolás Guillén, 2017), y las antologías Traffic Jam (San Juan, 2015), Para empinar un papalote (San José, 2015) y JamSession (Querétaro, 2017). Jamila Medina en narrativa: Ratas en la alta noche (México D.F., 2011) y Escritos en servilletas de papel (Holguín, 2011). Jamila M. Ríos (Holguín, 1981) en ensayo: Diseminaciones de Calvert Casey (Premio Alejo Carpentier, 2012), cuyos títulos ha reditado, compilado y prologado para Cuba y Argentina. J. Medina Ríos como editora y JMR para Rialta Magazine. Máster en Lingüística Aplicada con un estudio sobre la retórica revolucionaria en la obra de Nara Mansur; proyecta su doctorado sobre el ideario mambí en las artes y las letras cubanas. Nadadora, filóloga, ciclista, cometa viajera; aunque se preferiría paracaidista o espeleóloga. Integra el staff del proyecto Rialta.

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