En el camino abierto por Lam a machetazos, hay dos artistas que Cuba aun conoce poco y que necesita a toda costa descubrir: Jorge Camacho, Agustín Cárdenas. Si el poeta Antonin Artaud soñaba hace treinta y cinco años con un “teatro de la crueldad”, el pintor Camacho nos revela una verdadera “pintura de la crueldad”. El amor y el odio son en ella elevados al estado de tensión máxima: uñas de hierro y miradas ávidas tratan de encontrar, debajo de la corteza del mundo convulsionado de hoy, la pulpa apetitosa de la felicidad.

Permítaseme citar este fragmento de José Pierre, poeta y crítico de arte francés, aparecido recientemente en el magazine Salón de Mayo, con motivo de la inauguración de la exposición.

Jorge Camacho: Algunos se preguntarán quién es este joven pintor que ha venido como expositor en el Salón de Mayo. Pues bien, Camacho fue becado a París junto con un grupo de veinte –entre escritores y pintores– a realizar estudios de pintura; esto fue por el año 1959-1960. Al concluir los dos años de estudios decidió, por cuenta suya, continuar la carrera.

Pedro Pérez Sarduy: ¿Qué te impulsó a quedarte allá, Camacho?

Jorge Camacho: La profunda razón por la cual me quedé fue por el encuentro con Breton y los surrealistas. Si no hubiera sido por eso, quizás hubiera regresado antes. También por la participación que he tenido, dentro del movimiento, a partir de aquellos primeros años hasta la fecha. Eso fue decisivo.

¿Qué hacías en Cuba antes de 1959?

Yo no hacía nada, prácticamente. Mi padre tenía un poco de plata y no hacía nada. Dejé mi carrera de Derecho en el segundo año, eso fue por 1953. Un día pasé por un lugar y me compré una paleta y pinceles y comencé a pintar. Me considero un autodidacto en la materia. Pero, luego, estudié mucho. En 1953 estuve en México por un año y pinté bastante. Experimenté con vinilita. Aquellos cuadros los rompí en 1956, cuando regresé; eran sólo búsquedas.

Tenía el gusto por hacer una pintura americanista (maya, azteca…). La influencia de Lam viene de su exposición en la Universidad, creo que en el cincuentaicuatro o cincuentaicinco. Esta exposición la organizó Carlos Franqui. Es él, Lam, quien me descubre, desde un punto plástico, el surrealismo. A partir de entonces tengo un acercamiento con Miró, Tanguy, etcétera. En este momento, tenía consciencia del surrealismo como un movimiento solamente pictórico, y no como una revolución total de la que vine a tomar consciencia en París.

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Según me doy cuenta, tu obra de París, es decir, tu trabajo en el movimiento surrealista, no es conocida aquí por un gran público. Ahora que expones en el Salón de Mayo, ¿tienes pensado realizar una exposición tuya aquí en Cuba?

Mi intención en el futuro es hacer una gran exposición de pintura y de dibujos. Estoy preocupándome de esto ya.

¿Cuáles han sido tus exposiciones, a tu juicio, más importantes?

Personales, tengo cuatro. Las dos más importantes para mí son las siguientes: La primera, en 1962, llamada Homenaje a Oscar Panizza. Presenté dieciocho cuadros donde denunciaba el cristianismo como uno de los pivotes opresores de la humanidad. Esta exposición fue acompa­ñada por una grabación de citas antirreligiosas de Sade y Lautréamont, pasando por Nietzsche y Saint-Just, hasta Lenin, Bakunin, y de contemporáneos como Artaud, Benjamin Péret, Breton. La segunda, la que acabo de realizar ahora (1967). Esta exposición es un homenaje a Raymond Roussel.

Háblame de tu actividad en París, fuera de tu trabajo creador.

En fin… recuerdo en 1961… bueno, esto fue una manifestación en que todos los que estábamos allá participamos, fue cuando el ataque a Girón. Cuando el ciclón Flora azotó la región oriental de la Isla, Cárdenas y yo organizamos una exposición para recaudar fondos para los damnificados. En esa exposición se vendió un Picasso. Cuando aquello, enviamos un material colectivo que fue pedido a Breton por Retamar llamado “Mensaje a los intelectuales cubanos”, que fue publicado en la revista Unión. Podría decirte otras cosas más, pero prefiero dejarlas ahí, donde quedaron ¿Algo más?

Sí, Camacho: éxito en tu trabajo. Y gracias.

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