A pesar de su nuevo formato, del adjetivo “nuevo”, de la declaración de propósitos (“aspiramos a que esta publicación sea un espejo fiel de nuestras inquietudes y esperanzas”), la Nueva Revista Cubana sigue siendo la Vieja Revista Cubana. Tal contingencia me recuerda la famosa frase –creo que de Pozzo di Borgo (o acaso del Zar Alejandro I, para el caso es lo mismo)– sobre los Borbones, con motivo de la vuelta de estos a Francia: “No olvidaron nada, no aprendieron nada”. Por supuesto, Luis XVIII no lo hizo del todo mal como rey constitucional de los franceses. Por ejemplo, dio la Charte, y otras cosas. Por su parte, la Nueva Revista no está mal, pero no está con los nuevos tiempos; sigue oliendo a Ancien Régime: ni ha olvidado ni aprendido nada. Cualquier lector que la tome en sus manos (nacional o extranjero) comprobará que sus páginas se nutren con artículos correctos, que el tono general es respetuoso, que su presentación tipográfica es agradable, que su lectura no levantará vientos de tempestad, pero que por eso mismo huele incuestionablemente a rapé.

Veamos, como método comprobatorio, el material de este primer número. Pero digamos antes dos palabras sobre el espíritu que informa la mayor parte de los trabajos allí contenidos. Estilo provinciano, ese donde nunca escuchamos el célebre “pistoletazo” de Stendhal… ¿Un ejemplo? En el artículo titulado “Esta tarde nos hemos reunido…”, se lee: “Esta tarde nos hemos reunido aquí las víctimas de una delicadísima comedia de equivocaciones. Porque el que les habla escribe, han creído sus amigos que podrían traerlo a esta la más fina casa de la cultura imaginable a que dijese algunas cosas nuevas o cuando menos entretenidas”. ¡Atchís! ¡Atchís! Perdón, es que tanto rapé nos provoca deliciosos estornudos, y con tanta amabilidad casi estamos pidiendo la limonada de las cinco… Sin duda se trata de un estilo borbónico: hay, además del rapé, el discreto, el menuet, y el Salón de los Espejos… No creo que haya que cargar toda la responsabilidad al director de orquesta. Aunque sé que le gustan estas piezas, también no es menos cierto que no tenía a su disposición, en el momento de confeccionar el programa de concierto, mucho donde escoger. Fatalmente, es este el modo de expresarse de los escritores cubanos en su inmensa mayoría. Los argentinos, que también padecen de este mal, lo llaman “estilo florcita”. Vaguedades y florituras. En suma, aburrimiento. Tanto más se echa de ver todo ello cuando abandonando tales aburrimientos tomamos una revista francesa o inglesa. Por ejemplo, Les Temps Modernes o Encounter. Allí los artículos son en vivo; el escritor no se pierde en vaguedades: se siente plenamente comprometido como tal y sabe que al lector no se le puede dar gato por liebre. En Cuba, cierta crítica malamente calificada de respetuosa ha venido haciendo estragos por más de treinta años: “No digas esto, o si lo dices procura no herir a nadie. No te metas en camisas de once varas” (precisamente las varas donde todo escritor que se respete debe meterse de lleno). Es así que, sin percibirlo, nuestras producciones resultan blandas, fofas y amorfas. Y, si nos lo hicieran ver, exclamaríamos al punto: “¡Pero somos tan poéticos!”. Ni siquiera vale tal excusa. Acabo de leer un ensayo de Paul Nougé –“Notas sobre la poesía”– concebido desde un método dialéctico implacable. A él remito al lector (revista Les Lèvres Nues, n.o 3, octubre, 1954). Y es que no puede hablarse de poesía utilizando palabras pretendidamente poéticas, o perdiéndose todo el tiempo por los Cerros de Ubeda… Volviendo a Les Lèvres Nues, diré que se trata de una revista surrealista, y ya sabemos cuántos delirios pueden permitirse sus partidarios. Aquí tocamos fondo otra vez. Nunca, por ejemplo, he sorprendido a Breton, aun en sus momentos de delirio, los más explosivos, en un fallo conceptual o en una gratuidad. Esta es una lección por aprender de parte de nuestros poetas.

Decididamente, este primer número de la Nueva Revista Cubana ha tenido mala suerte en lo que respecta al rapé. Lo digo porque un poeta tan alejado del polvillo delicioso como es Nicolás Guillén publica un poema que es todo un canto al Ancien Régime. No digo que Guillén no pueda permitirse tales libertades, pero tal parece que, frente a un programa de concierto tan clásico, no le quedó otra salida que dar esa “Epístola” (dedicada a dos amigas cubanas que invernaban en Palma de Mallorca). A sólo cinco meses del triunfo revolucionario, uno debe presumir que Guillén, poeta revolucionario en toda la acepción de la palabra, nos ofrecería algo revolucionario. Pero no pudo; el programa exigía el rapé, y ya lo ven, ahí están las dos amigas –Agueda y Nora– chismeando agradablemente con el poeta en las páginas de la Nueva Revista Cubana. Bueno, el Partido le pasará por alto este pecado venial.

En cuanto a Lezama (y siguiendo con los Luises y los lises), me recuerda a Carlos IX, el desafortunado autor de las famosas Ordenanzas, que acabaron por sacarlo del trono. “Himno para la luz nuestra” no es otra cosa que la senil voluntad de un monarca tratando de imponer su ordenanza. Por lo demás, canción escuchada hace sus buenos veinte años. ¿Un ejemplo? Ahí va: “Luz junto a lo infuso, luz con el daímon, para descifrar la noche y la sangre de las empalizadas. Las tiras de la piel ya están golpeadas, y ahora, clavad la luz en la cruz de la Pasión.”

Y, relacionando ahora la Nueva Revista con la Revolución, a nosotros nos parecía que su primer número se acercaría de modo conveniente a esta para empaparse en su luz. Aparte de las mil razones que justificarían un número revolucionario, estaría por lo menos esa que recibe el nombre de “violín obligato”. A la caída de Perón en Argentina, la revista Sur, que nunca ha aspirado a la hegemonía del proletariado ni cosa parecida, juzgó oportuno e histórico que la revista dedicara un número a la Revolución argentina (llamémosla así para facilitar). En ese número los escritores argentinos hicieron el recuento de los diez años de la tiranía peronista. Y lo mismo, aunque con menos logro, efectuó Ciclón en su número de enero-marzo del presente año. Si no estamos locos, resulta imposible explicar cómo la Nueva Revista Cubana nos presenta un número muy estético, muy erudito y muy poético, y en cambio, acude al testimonio del señor Monge para recordar la gesta de la Sierra Maestra. Y aunque Retamar no la olvidó (y por ello lo felicitamos), no obstante su demostración se queda corta, pues toda ella está impregnada del maldito rapé. Por lo demás, no escribo este artículo para “meterme” con nadie. Basta ya de esa sospecha, que en nuestras coteries recibe el nombre de “viborismo”. Equivocado o no, es una posición que vengo sosteniendo desde muchos años. Tampoco soy intratable: si alguien con buenas razones me demuestra que padezco de alucinaciones, que veo fantasmas, estoy dispuesto a retratarme. Pero eso sí, que sus argumentos, por favor, no huelan a rapé. Francamente, no lo resistiría.

Colabora con nuestro trabajo
Somos una asociación civil de carácter no lucrativo, que tiene por objeto principal la promoción y fomento educativo, cultural y artístico. En Rialta nos esforzamos por trabajar con el mayor rigor profesional en la gestión, procesamiento, edición y publicación de los contenidos y la información. Todos nuestros contenidos web son de acceso libre y gratuito. Cualquier contribución es muy valiosa para nuestro futuro.
¿Quieres (y puedes) apoyarnos? Da clic aquí.
¿Tienes otras ideas para ayudarnos? Escríbenos al correo [email protected].