Pupila del buey agua.
Sábila descremando.
Boca de escritura;
a boca de jarro
muere el pájaro cagón,
se condimenta la memoria

del ojo a horcajadas
la placenta se vuelve
y se revuelve en un tacho.

¿Qué has hecho con el eco
de las escamas
que desprenden la voz?
Está escurriendo jarabe
de los troncos,
permeando de resina la oquedad.
Penetra
inerte el flujo.

¿Cómo puedes, José,
volver alimentos los residuos,
cáscaras de plátano,
cacharros con piteras?
Amasas la secreción…
Hilar, hilar
araña albina sobre la cera.

Está la ceremonia.
Temperatura del horno,
pimienta,
pez dorándose en el verbo.
Llevaba la mente al matadero.
Premonición del origen,
la sangre que se escurre
plegarias en voz baja;
el ojo amplio
posee al matarife,
esparce su efluvio.
La res emprende un ritmo
descuartizada, sugiere
sobre la dispersión.
Asciende al álbum de familia,
lo nutre.
La sangrasa soba
danza, el viejo sastre
se arrima al costillar
celebra el rojo
temperado por el deceso
de la res.

Ternera muerta
surca el júbilo
que precede al quejido…
Emanan hexagramas,
manías de leer
la carne caliente,
el vigor de las vísceras.
Semillas en la lengua,
en el esófago,
en la vesícula,
fertilidad en los intestinos;
la cosecha al ser defecada.

Las palabras adquieren temperatura
al desmembrarse,
pasan por bichos, reptiles
organismos que frotan su dignidad
contra el pliegue.

Coser los costurones,
el tiempo que no se deshaga.
Insensible violín esponjoso.

- Anuncio -Maestría Anfibia

Un huevo por día, se restablece
la miaja;
donde incubado está
Monet septuagenario.
Azul terracota,
implante de médula.
Ciudad en la alforja
del equino.

El vapor inflama,
recupera violencia.
El ojo danza en el oído,
acuáticas demostraciones
que tímpano restablece
–lo que expulsa
es el trazo del ganado
sobre el pasto–
con 30 cabezas los masái
tienen esposa.

De la ubre al estiércol
se edifican siluetas,
la voraz insistencia del pincel
derrocando al tedio.
Con 30 cabezas
casi una tribu aparentamos,
venimos de un instinto,
somos el tuétano
que del hueso fuga.

Los campos de maíz
eran los parques de mi infancia.
En pocos días las mazorcas
transfiguran el verde en beige.
Llega la cosecha,
nervio resuelto a ocluir emanaciones.
En contracorriente fragua.

Levante la glándula
que su José anterior
está queriendo entrar
por el boquete;
en el orificio se libra
la consternación del híbrido.
Están evacuando las aguas
para el remolino,
tiñe el color marrón
de las agallas.
Allí lengua junto a otro trapajo
desollan
la radical, el adjetivo, tuerce.
Festonea Fosé
obeso como una garrapata
ve estrecharse el boquete,
convertirse en lo imposible
descremando otra vez
sobre la boca.
Cilantro,
cilindro los aromas curan
desmiembran la raíz,
más lo que aplana
van creando
un modo de arribar por los estambres.
Una estructura de la contemplación.
Cuando el oso come
30 kg de salmón, si los digiere
existe alumbramiento.

Kozer, la albahaca, el algodón,
el lino,
transpiran los cuerpos
sus reservas.
Ensanchas y provocas la grieta
donde el gusano deposita
el huevo, la retórica
el sastre, abuelos
que vienen a lacrar
los intestinos,
poder imaginarse 30 kg de salmón.

En las lindes
ingiere el alpiste
entre evocaciones,
mucho sarro,
el coletazo del bacalao.

Aventar a la estirpe.
del color de la tez
suele ser la revocación.
Alfabeto rudo y flexible,
lo súbito, el desayuno
donde el pájaro fallece
antes de cagar.

Del tálamo a la vejiga
el cuerpo
nos hace confesiones;
la maduración
del filamento de las palabras.
¿A qué bocacalle
van a dar?
Rastrojan el lenguaje del pájaro
lo entregan en eventos domésticos,
la jícara cae –sopapo.

El murciélago tiñe la gestualidad.
Estupenda espuela ahueca
espacios;
el lenguaje pretende reposar.

Tienes conectada la obsesión
a la vulva de la chova,
son 32 km de ancho
donde el bajeo se beneficia
por humedad,
un baño de asiento
la sal ha labrado fosos,
los cerdos reclaman
la yuca machacada,
un baño de asiento
que la isla le ha dejado
las paredes ardiendo
retorno, a nuevas secreciones;
gestadas otras voces,
bichos,
sus alfabetos de irregulares cuerpos,
huesitos se desligan
de la perseverancia,
polvillo de lustrar.

Calzo de freno.
muela, muela de locomotora
vuelve a raspar la costra
pirámide
el temporal se abofa
sagrada magnitud de su interior
un pedazo de res que no fue servida
¿Y tú, gusano malva
el esfínter no te deja pasar?
Barrenarías como mosca
los tejidos.
si entras a tu antojo
serás un dique,
perdiendo su vértebra el libro
combinatoria, la deglución
para que aparezca
entre heces
contra la voluntad
del gusano malva.

Orejas, derramamiento de voces,
depositan semillas
chapotea la sangre del guineo.
Emanaciones en el círculo
empapan caras laterales
de la lengua.
Cedro hace magra función
de estimular
la renuncia del muñeco
eco que su garganta rige
las verbas del fulano, las vacas
se avizoran en sus articulaciones
pastosas, y deambulan tés,
el muñeco doma su temple
bojea la resina
que nariz segrega en torrencial,
achantado queda
en el grano
de la estirpe.


* Una versión de este poema fue publicada originalmente en el dosier homenaje a José Kozer de la revista Encuentro de la Cultura Cubana (37/38, verano-otoño 2005, pp. 43-50).

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RICARDO ALBERTO PÉREZ
Ricardo Alberto Pérez (Arroyo Naranjo, 1963). Escritor y traductor. Es autor de los cuadernos de poesía ¿Para qué el cine? (Unión, La Habana, 2011) y Vengan a ver las palomas de Varsovia (Letras Cubanas, La Habana, 2013). En 2008 publicó la antología personal Los tuberculosos y otros poemas (Torre de Letras, La Habana, 2008). Ha traducido a Paulo Leminski y otros poetas brasileños. Fue miembro del grupo literario Diáspora(s).

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