¿Hay que prohibir a Polanski?: otro intento de censura a ‘J’accuse’

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Roman Polanski

Luego de que por presiones de grupos feministas franceses fueran canceladas dos proyecciones de J’accuse, la más reciente película de Roman Polanski sobre el caso Dreyfus –una en Burdeos y la otra en Rennes–, el 19 de noviembre la comunidad East Ensemble, que abarca a nueve municipios de la región de Seine-Saint-Denis, cercana a París, también se planteó su desprogramación.

Semejante decisión habría afectado a seis salas públicas y a cientos de espectadores. Pero al final el plan fue desechado.

“Funestas iniciativas” —acotó Laurent Joffrin, director de redacción del diario Libération, en su columna del día siguiente.

En su alegato, el periodista dijo que entiende la motivación de quienes se horrorizan ante los homenajes al realizador de 86 años. También insistió en su “vileza” y criticó que en una entrevista reciente Polanski se haya comparado “burdamente” con el capitán de artillería Alfred Dreyfus –personaje esencial en su filme–, quien a finales del siglo XIX fue víctima de exclusión y de antisemitismo.

Joffrin quiso recordar además que, si el caso de violación a una menor de edad en el que Polanski estuvo implicado no hubiera prescrito, el autor de Rosemary’s Babe habría tenido de alguna manera que rendirle cuenta a la justicia.

Pero Joffrin acotó que J’accuse (El oficial y el espía, en castellano) ha sido considerada por críticos y espectadores como “una excelente película”, y llamó la atención sobre la imposibilidad de muchos para separar al ser humano de su obra artística. “Puedes ser un tipo sucio y un gran artista –sentenció–. Ya lo hemos visto.”

El periodista se preguntó si el comportamiento de Alfred Hitchcock (de “adoración y desprecio” hacia las mujeres, según el biógrafo Donald Spoto) nos debería llevar a censurar su trabajo, o si dejaremos de escuchar los temas antológicos de Michael Jackson por causa de las acusaciones de pederastia en su contra.

Igualmente se refirió a “la pléyade de escritores culpables de una colaboración más o menos activa” durante la Ocupación alemana en Francia –Louis Ferdinand Céline, Paul Léautaud, Pierre Drieu La Rochelle, entre otros–, parte esencial de la literatura francesa del siglo XX.

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“¿Considerarán la creación de un comité de verificación de la moral de los artistas programados, ya que la libertad personal de los espectadores no es suficiente?”, contó Joffrin que fue la pregunta irónica planteada por los directores de los cines que iban a ser afectados por la medida.

“Creo que al programar la película no estoy respaldando a ningún violador en Francia”, aseguró Annie Thomas, directora del cine Trianon, enclavado en la localidad de Romainville.

“¿Deberíamos considerar a estos miles de espectadores cómplices de violación? –remató el propio editorialista de Libération–. A fin de cuentas, no es la censura lo que puede edificar, sino el incremento de la información.”

En 1978, Polanski huyó para siempre de Estados Unidos antes de que se dictara sentencia tras declararse culpable de haber mantenido relaciones sexuales con Samantha Geimer, entonces de trece años, a la que habría drogado durante una sesión de fotos para la revista Vogue. Luego aparecieron otras cuatro acusaciones similares.

Como si con esto no bastara, el pasado 8 de noviembre la actriz, modelo y fotógrafa francesa Valentine Monnier concedió una entrevista al diario Le Parisien, en la que acusó a Roman Polanski de haberla golpeado y violado en 1975, en su chalet de Gstaad, en los Alpes suizos, cuando ella tenía dieciocho años.

Monnier nunca presentó una denuncia formal.

“Hay figuras públicas que están siendo consideradas modélicas –apuntó la artista–. Si idolatramos a quienes son culpables, estamos impidiendo que la gente se dé cuenta de la seriedad de las consecuencias que tienen sus actos.”

Y mientras el realizador lo niega todo y se plantea tomar medidas legales contra el diario parisino, Monnier también ha querido presentar su última serie fotográfica con el título de J’accuse.

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