‘Diarios del miedo’: último performance de Ricardo Sarmiento

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Performance ‘Diarios del miedo’, de Ricardo Sarmiento

Diarios del miedo, acción performática del dramaturgo, performer, y realizador audiovisual Ricardo Sarmiento (Jagüey Grande, 1994) se presentó los días 19 y 20 de febrero en el espacio independiente Tres Escaleras (calle C #510, entre 21 y 23, Vedado).

Ricardo Sarmiento es licenciado en Arte Teatral por la Universidad de las Artes de Cuba. Como creador audiovisual ha realizado los documentales Briana (2017) y La bahía (2019), codirigido con Alessandra Santiesteban. Forma parte del equipo creativo de Granma, metales de Cuba, del colectivo Rimini Protokoll, dirigido por Stefan Kaegi, montaje que narra los hechos históricos acontecidos en la Revolución cubana en la voz de cuatro de los nietos de personas que estuvieron involucradas con la “hazaña”.

En su recorrido como perfomer sobresale Una fuerza que me aplasta (2017), como parte de la Residencia Inservi, del Laboratorio Escénico de Experimentación Social (LEES), Acuario (2018), y Diez maneras de llamar a un perro muerto (2018), pieza que surgió a partir de la investigación que hizo Ricardo del hundimiento del Remolcador 13 de Marzo en el año 1994, en las afueras de la Bahía de La Habana.

Ricardo ha presentado Diarios del miedo en Cuba, España, Alemania y Suiza. Siempre en casas privadas. Confiesa que no le interesa el espacio teatral tradicional. Prefiere, en cambio, la intimidad que ofrece una recámara, como su diario, también “íntimo”, repleto de miedo. “Una noción endulzada de lo que casa y patria son”, lee Ricardo, sobre la cama, y agrega:

“En mi país hay esta fe que llevas dentro / En mi país lanzamos flores al mar, para Camilo / En mi país sacamos flores para los muertos / Vasos con agua y velas para los fallecidos / Y algunas personas llevan a sus muertos / En bolsas pequeñas / En bolsos / En una caja metálica / Todos están frente a sus muertos de vez en cuando / Tienen que hacerlo.”

Performance ‘Diarios del miedo’ de Ricardo Sarmiento | Rialta
Performance ‘Diarios del miedo’, de Ricardo Sarmiento, en La Habana (Foto: Facebook Ricardo Sarmiento)

En Diarios del miedo Ricardo Sarmiento confiesa estar aterrado, haber pensado, pocos instantes antes de entrar desnudo al cuarto, escapar y no volver nunca. Pero recuerda que el miedo es inexorable y que de nada vale oponerse a la persecución. Entonces gana el deseo de defender la verdad oprimida… “el miedo es una especie de religión”. En el cuarto lo esperan diez personas, con miedo.

Ricardo Sarmiento escribe por WhatsApp: “Queridos huéspedes, ustedes serán partícipes de Diarios del miedo. Estoy muy feliz de tenerles a bordo. La locación será en Tres Escaleras. Una vez allí, llamen a la puerta y esperen ser atendidos”.

En la sala de la casa, antes de entrar al cuarto, nos piden colocar los teléfonos celulares en una bolsa negra. Dentro de la bolsa un teléfono Samsung, sin datos móviles. Nos ordenan que alguien tome el Samsung y haga fotos.

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Diarios del miedo, explora las manifestaciones corporales del miedo. Desde el cuerpo individual y el cuerpo social. Pacto de miedo. El miedo colectivo es un pacto, un contrato de solidaridad.

Hojas sueltas del diario, desperdigadas, en la cama, cuidadosamente tendida, en la oscuridad del cuarto. Sobre la cama, Ricardo demuestra las posturas para aguantar el hambre. Sobre la cama, el lubricante y el flamenco rosado, y todo aquello que cede al miedo.

Un temblor. El pensamiento del temblor no es el pensamiento del miedo –dice Édouard Glissant–, es el pensamiento que se opone al sistema. Ricardo tiembla y lee pa(i)sajes de su diario, que se convierte, a su vez, en un diario colectivo. El miedo es una proteína necesaria para el poder en las sociedades contemporáneas. Por eso, los Diarios del miedo pertenecen a una comunidad.

En la sala, junto a una vela, Ricardo colocó un papel con un fragmento de la última carta del capitán de vuelo de la armada japonesa, piloto kamikaze muerto en acción, Ryōji Uehara:

“Siempre pensé que Japón tenía que ser libre para ser eterno, puede parecer estúpido decir esto hoy en día, bajo un régimen totalitario. Nosotros, los pilotos kamikaze, somos las máquinas. No tenemos nada que decir, sólo pedir a los compatriotas que hagan de Japón el país de nuestros sueños. En el avión soy una máquina, un pedazo de hierro imantado que aterrizará en el portaviones. Pero en tierra soy un ser humano, con sentimientos y pasiones. Perdonadme estos sentimientos desordenados. Os dejo una imagen bastante melancólica. Pero en el fondo soy feliz. Lo digo sinceramente. Disculpadme.”

Ricardo parece tener miedo. Miedo al miedo. Miedo al suicidio. Miedo a prender fuego. Miedo a morir. Miedo al pecado. Miedo a la soga. Miedo al castigo. Miedo a la memoria de la tortura.

Miedo a los perros. Miedo a la hoz. Miedo al martillo. Miedo al pánico. Miedo al perdón. Miedo a la desolación. Miedo a los disparos. Miedo al hambre.

Todos esos miedos nos deberían dar miedo, no un miedo únicamente temático, sino un miedo escénico, un miedo performativo. Un miedo que se construya sobre la idea performativa del miedo y no quede en su intención contenidista. La acción tiene materiales para seguir construyendo escénicamente el miedo, para ensayar el miedo, mil veces, en mil diarios.

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