Carlos Lechuga, cineasta

Memorias del subdesarrollo (1968, dir. Tomás Gutiérrez Alea)

Si pensamos en el cine de la isla en función de profundizar en lo que es “ser cubano”, en tratar de entender los conflictos que vienen apegados a una revolución, no creo que vaya a existir otra película como esta. Para mí es una obra maestra y su sombra se extiende sobre muchos de los cineastas posteriores. Por las actuaciones, la cámara, el collage… Pero sobre todo por la genial adaptación de la obra de Edmundo Desnoes. Si hubiera que salvar de la pandemia una sola obra, sería esta. Un clásico instantáneo. Titón cerró, y después de esto se hubiera podido retirar, irse para su casa, porque la tiró fresca. Por suerte no lo hizo y siguió regalándonos joyitas. Daisy Granados, dios mío.

Elena (1964, dir. Fernando Villaverde)

Esta película me la enseñaste tú, Aparicio, y ya por eso te voy a querer siempre. Imagínate a mis 36 años descubrir una obra tan fresca, entre Antonioni y Godard, pero en los inicios de la Revolución, acá en la isla. Con un swing tremendo. Esta es de esas obras que te hace cuestionarte qué hubiera pasado con el cine cubano si hubiera seguido por una cuerda así. Te mantiene en vilo todo el tiempo. Recomiendo verla junto a El parque (1963). Es una pena que el cine cubano no sea más como Elena, como El parque. La cámara en el carro, ella hablando a cámara, los dos minutos finales. Joyita. Dulce de leche Conaprole. Cosa gorda.

Coffea Arábiga (1968, dir. Nicolás Guillén Landrián)

El loco de la mata de coco, vilipendiado, incomprendido, le dio una galleta sin mano a malanga. Llegó y dijo: “permiso, que aquí estoy yo”. Fuego para todo el mundo. La mejor manera de romper con todo lo establecido. Divertido, instructivo, un culto instantáneo. Por el montaje, la música, la húngara hablando… en fin. Se agradece esa frescura, que nos hace ver que para hacer un arte serio no hay que serlo para nada. Yo haría una posdata y le sumaría los cortos que hizo en Miami, como Inside Downtown (2001), donde salía Esteban Luis Cárdenas.

Un día de noviembre (1972, dir. Humberto Solás)

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Tuve la suerte de que uno de mis guiones, Guanajay, le gustara a Humberto y me llamó a su casa. Trabajamos juntos un poco, muy poco, y conversamos mucho, mucho. Pero no hablamos de esta película. Ya cuando estábamos más alejados logré conseguir una copia buenísima, HD. Y me quedé loco, es lo que me pasa con el resto de la lista, que son películas que si hubiesen sido más estudiadas en su momento la historia del cine cubano sería distinta. Un día de noviembre es la película de un maestro, con un aire europeo, pero en la isla. Es la primera película cubana que parece decir sin ningún tipo de miramientos: “espera, para, ¿qué estamos haciendo?, ¿por qué?” Muy triste que la escondieran y que se pensara que “Humberto no estaba en su mejor momento”. Para mí sí lo estaba. Esta es la Memorias… de Solás.

Ah, la primavera (1991, dir. Manolito Rodríguez)

Por Wendy Guerra y el vestuario, con ese short, dios. Por la voz de Wendy Guerra y su manera de hablar. Por las escenas de La Piragua, por las bicicletas y las tiras de “Cuba Va” en la frente. Por el limpio blanco y negro. Por ser una historia normal, de un momento no tan normal. Me recuerda mucho a Rohmer, pero a la cubana. Por Wendy Guerra.

Molina’s Culpa (1993, dir. Jorge Molina)

Tuve pesadillas varios días después de ver esto. Desde ese instante había que agarrar a Molina y darle un apoyo de por vida, para que siguiera haciendo este tipo de cosas. En un panorama tan llano, Molina nos regala esta montañita. Por las actuaciones, muchos monstruos reunidos en San Tranquilino.

PM (1961, dir. Sabá Cabrera Infante & Orlando Jiménez Leal)

Por su sencillez. Si le quitamos toda la polémica, lo que produjo, las vidas que cambió, da igual, sería una maravilla. Dos patrias: Cuba y la noche. Después tuve el honor de ver a Orlando dos veces en Miami.

De cierta manera (1974, dir. Sara Gómez)

Es la película que me hace creer que el cine, el arte, pueden cambiar el mundo. Por la mezcla entre ficción y documental, adelantándose mil años a todos. Mario Balmaseda y Limonta me encantan. El momento del guitarrista y el encuentro con el hombre en la parte de atrás del Habana Libre. Por los deseos de mejorar la sociedad. Por enfrentar al machismo. Una película que se adelanta al movimiento #metoo.

Habana muda (2011, dir. Eric Brach)

El hijo del guionista de Polanski llega a la isla y con varios traductores, de español y de lenguaje de señas, se mete un tiempazo para filmar esta joya documental que bien podría ser una ficción. La única película que siendo filmada por un director extranjero logra entender lo que es Cuba y lo que son los cubanos, al menos los del 2011. Perturbadora, sincera, te pone la cabeza a millón y te hace sentir tan humano, pero tan. El momento del Che Guevara y la pinga de barro. Las escenas de la esposa del Chino hablando con los extranjeros. La música de Kelvis. Hay que ver esta peli.

Evidentemente comieron chocolate suizo (último rollo) (1991, dir. Manuel Marzel)

El irreverente, el más loco de los locos, el Godard, el caballo, se tira una película tan magnética e inexplicable. Es la película que al mismo tiempo más me gusta contar. La adoro. La música. La cámara. El final. La sorpresa final. Rompe reglas y las repara. Cada vez que el cine cubano se aleja de tratar de explicar lo que es esto, sumado a la maestría de gente como Marzel, salen cosas así. Joyitas. Son pocas. Pero ahí están. Te agarra del cuello y no te suelta, te sacude. Sin quererlo, la película más redonda del cine latinoamericano.


Lynn Cruz, actriz

Estas diez películas sobresalen, en mi opinión, entre los filmes cubanos que han hecho evolucionar el lenguaje cinematográfico. Hay muchas más, que supongo completarán las listas de otros colegas. Lo bueno de forzarme a elegir, y con ello dejar algunas fuera, es notar que nuestra cinematografía, criticada por muchos y menospreciada por otros, no es para nada insignificante ni desdeñable. No obstante, sueño con el hecho de que por fin las artes visuales y la literatura logren dialogar más con nuestros cineastas por el bien del hasta ahora accidentado cine cubano.

Memorias del subdesarrollo (1968, dir. Tomás Gutiérrez Alea)

Memorias del desarrollo (2010, dir. Miguel Coyula)

Lucía (1968, dir. Humberto Solás)

El final (1964, dir. Fausto Canel)

Madagascar (1994, dir. Fernando Pérez)

La obra del siglo (2015, dir. Carlos Quintela)

El proyecto (2017, dir. Alejandro Alonso)

Paraíso (2009, dir. León Ichaso)

Brouwer: el origen de la sombra (2019, dir. Katherine T. Gavilan & Lisandra López Fabé)

Molina’s Ferozz (2010, dir. Jorge Molina)


Hamlet Lavastida, artista visual

Por un cine abatido

Diez es un número muy limitado para conformar una lista, sobre todo si es de algo en lo que uno es frecuente indagador. Elegir aquí es bastante difícil, eso depende del registro al que cada cual quiera o pueda acceder, de las horas acumuladas y del interés sostenido por el cine cubano. Pero en todo caso he intentado identificarme con un cine que dé testimonio de su tiempo, aquel documento visual que, incluso siendo ficción, pueda generar una suerte de archivo narrativo de su época. Pues todos conocemos muy bien cómo la intertextualidad ha gravitado en cada uno de estos materiales como forma de saltar los cánones que proponía o que eventualmente propone el Estado cubano mediante el brazo visual del ICAIC.

El ICAIC, así como el Movimiento de la Nueva Trova, desde su inicio tenían casi categoría de organización de masas, es decir, que eran y siguen siendo una herramienta cultural generadora de contenido estético y simbólico al servicio del interés político del Partido. No obstante, la selección que aquí recomiendo intenta insinuar, proponer una suerte de discurso descentralizado de ese relato acabado y cordial con las instituciones estatales cubanas. Más que un cine imperfecto, me interesa el relato del abatido. Una crónica que sugiera el infortunio individual o social de estas ya seis décadas vividas, ese cine que ha sido atravesado, interrumpido por la neblina del Estado. Pues en todas estas décadas, la cultura y la esfera cultural cubana no han transitado precisamente por una fiesta. El cine y sus creadores no han escapado de este infiernillo de quebrantamientos. Por lo tanto, aquí se me ocurre proponer otras 10 películas, aunque faltan, faltarían muchas, o no. PM (1961, dir. Sabá Cabrera Infante & Orlando Jiménez Leal), Cosmorama (1964, dir. Enrique Pineda Barnet & Sandú Darié), Coffea Arábiga (1968, dir. Nicolás Guillén Landrián), Memorias del subdesarrollo (1968, dir. Tomás Gutiérrez Alea), Desde la Habana ¡1969! Recordar (1971, dir. Nicolás Guillén Landrián), Un día de noviembre (1972, dir. Humberto Solás), Ustedes tienen la palabra (1973, dir. Manuel Octavio Gómez), Techo de vidrio (1981, dir. Sergio Giral), Papeles secundarios (1989, dir. Orlando Rojas) y Alicia en el pueblo de Maravillas (1991, Daniel Díaz Torres).

Historia de un ballet (Suite Yoruba) (1962, dir. José Massip)

El final (1964, dir. Fausto Canel)

En la otra isla (1968, dir. Sara Gómez)

Lucía (1968, dir. Humberto Solás)

La primera carga al machete (1969, dir. Manuel Octavio Gómez)

Son… o no son (1980, dir. Julio García Espinosa)

La nueva escuela (1973, dir. Jorge Fraga)

Retrato de Teresa (1979, dir. Pastor Vega)

La última cena (1976, dir. Tomás Gutiérrez Alea)

La inútil muerte de mi socio Manolo (1989, dir. Julio García Espinosa)


Carlos A. Aguilera, escritor

Las siguientes películas sólo responden al placer. No tienen orden y no han sido escogidas, tampoco, pensando en su posible importancia. Algunas –incluso– hace más de veinte años no las veo. Haberlas visto para hacer esta lista hubiera sido una traición a ese “primer” placer: malsano y casi infantil del que observa, en un lugar y bajo ciertas condiciones, un filme. Y ese primer placer, sabemos todos, es lo único que queda cuando el Alzheimer acecha.

Una pelea cubana contra los demonios (1971, dir. Tomás Gutiérrez Alea)

La ciudad de las carpas / Tent City (1980, dir. Miñuca Villaverde)

Diario de la niebla (2015, dir. Rafael Ramírez)

Coffea Arábiga (1968, dir. Nicolás Guillén Landrián)

Lucía (1968, dir. Humberto Solás)

PM (1961, dir. Sabá Cabrera Infante & Orlando Jiménez Leal)

La herrería de Sirique (1966, dir. Héctor Veitía)

Conducta impropia (1984, dir. Néstor Almendros & Orlando Jiménez Leal)

Una Harley recorre La Habana (1998, dir. Juan Carlos Alom)

De cierta manera (1974, dir. Sara Gómez)

Existen (2005, dir. Esteban Insausti)

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JOSÉ LUIS APARICIO y KATHERINE BISQUET
La poeta Katherine Bisquet (Ciudad Nuclear, 1992), autora del cuaderno Algo aquí se descompone (Colección Sur Editores, La Habana, 2014), y el cineasta José Luis Aparicio Ferrera (Villa Clara, 1994), quien ha dirigido, entre otros, el corto de ficción El Secadero (2019) y el elogiado documental Sueños al Pairo (2020), coordinan el proyecto Cine Cubano en Cuarentena, una iniciativa de rescate, promoción e investigación sobre el séptimo arte de la isla.

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